Os tengo abandonados, lo sé! Pero mi nuevo estilo de vida esta resultando un poco incompatible con mis inclinaciones trasnochadoras… Deseo escribiros…
Hoy es 6 de enero, son las 3:03 de la mañana y hoy llegan los Reyes Magos. A mi nunca me ha visitado Papa Noel, y no es algo que me importe, por que siempre el día de Reyes ha dejado en ridiculo cualquier barrigudo rojo. Mi madre se propuso hace mucho tiempo que sus hijos recordasen el día de Reyes como algo muy especial, y la verdad que lo ha conseguido. En mi casa existe una liturgia rigidisima el día de reyes… y aun hoy con 24 años siento la emoción y el cosquilleo antes de irme a dormir la noche de Reyes.
Imagino la cantidad de niños que en estos mismos momentos esperan que sus deseos se cumplan… un deseo tan tan fuerte que hasta produce placer. ¿Nunca has deseado algo con tanta ansia, que lo estas esperando tanto y fantaseando con ello que termina por producir un placer fictício?
Reflexionemos por un momento: ¿Qué es el deseo? ¿Dónde nace el deseo? ¿Qué provoca la satisfación del mismo?
Podriamos decir que el deseo es la antesala al placer o aquello que anhelamos con fuerza, que esperamos y queremos que ocurra en nuestras vidas… Podriamos decir que el deseo es una meta, un objetivo que nos fijamos mirando al futuro. Pero ¿Hasta que punto son nuestros estos deseos? es decir, ¿Cuantos de nuestros deseos o metas encuentran su origen en nuestra persona? Creo que muchas veces nos autoimponemos nuestros propios deseos, muchas veces adquirimos los deseos de otros (como los de nuestros padres), otras veces simplemente asimilamos la serie de deseos que conlleva nuestro rol dentro de un grupo; y muchas otras, nuestros deseos se ven influenciados por el grupo al que pertenecemos, llegando a tener desear cosas que nunca pensamos poder desear. Un ejemplo de este tipo de mutaciones se da en las empresas: mucha gente que llega a una empresa con unas intenciones y que acaba en una dinámica competitiva y agresiva, con unos valores y deseos que nunca pasaron por su cabeza. Todo esto sin hablar, claro, de la mano invisible que constituye la sociedad del consumismo en la que vivimos.
¿Y cuando dura el deseo? ¿Acaba nuestro deseo cuando conseguimos lo deseado? ¿o muta?
Por definición nuestro deseo acabaría cuando el objeto deseado este conseguido… con el desapareceria el ansia y las inseguridades y aparecerian signos de alegría y satisfacción. Pero resulta que no ocurre así, cada vez nos cuesta más sentirnos satifechos; muchas veces olvidamos enseguida la metas y deseos conseguidos, el placer es menos duradero, y la frustración y la insatisfación llegan antés. Veo esto, por ejemplo, en las relacciones de pareja… Tras «conseguir» a la persona que uno deseaba o a la persona que responde a lo que uno espera que sea una pareja, surgen las dudas, y se empieza a pensar » Ok, tengo esta persona a la que quiero y estoy bien con ella… pero ¿y si existe otra persona que puede ser más compatible, o más guapa, o … ?». De esta forma en un periodo muy pequeño de tiempo nace otra vez la insatisfaccion, el » me falta algo».
Todo esto ocurre por que, a mi modo de ver, no paramos de desvalorizar nuestra vida y lo que ya tenemos entre las manos. En nuestra sociedad existe como una especie de desasosiego incesante… regido por la ley de «el más» (tener más, ser más, destacar más…) La mayoría de la veces estamos tan enfrascados en nuestras metas, en crear nuevos deseos que no reparamos en lo que ya tenemos, en lo que es nuestra vida, en la visión de presente! Vivimos atados a un futuro que nunca llega y no llegará. Somos pasto de la frustración y la envidia, victimas de nuestra propia vida, de nuestros propios deseos, que siempre van por delante de nosotros.
No quiero decir que no debamos tener deseos, pero tenemos que saber parar, recapacitar, vivir el día… Vivimos en una sociedad conformista hasta la nausea, pero individualmente frustrada por lo inalcanzado, ahogada por los propositos, hastiada por el mostrar y demostrar.
No podemos olvidar que el deseo nace en nuestro inconsciente, es algo incontrolable que representa una parte importantisima del «yo». Ya Platón nos habla del «Alma Concupiscible», y miles de artístas lo han representado a lo largo de la historía. Los deseos constituyen el combustible para el motor de nuestra vida… conforman un esquema que podría ofrecer una visión muy acertada de como somos. Pero su analisis es muy complicado… ni nosotros mismos somos conscientes de nuestros deseos, existen deseos inpronunciables, deseos muy escondidos en nuestro interior, que solo los nuestros sueños conocen.
Los deseos son entes hetereos que van y vienen, que se cumple y desvanecen, que permanecen y cambian… que como los cuadros de Dalí pretenden ser realidad, materializarse y ser realizados.
Que como en los cuadros de Dalí todo parece verdadero, pero nada conforma realidad.